31 octubre 2010

Competente, o cómo buscar un puesto de trabajo del que pretendas vivir

Hace dos semanas una servidora junto con algunos compañeros celebró jovialmente el final de una era, en una reunión regada por cava y elocuentes discursos halagadores proferidos por personas que hace un año reprochaban tus decisiones bajo una demoledora „crítica constructiva“ de lo más pedagógica, despedimos una era… un modo de vida y filosofía… los estudios.

De 15 personas que hace tres años comenzamos un periplo de módulos educativos a aprobar con innumerables mini-ensayos teóricos sobre temas de lo más vanguardista y proyectos interdisciplinares a cual más interdisciplinar: desde investigaciones retrospectivas de fotos familiares hasta el uso de los alimentos trasgénicos en el arte pasando por ensayos probando que es el miedo lo que engancha a los videojuegos.

De este abanico de personalidades, únicamente cinco hemos conseguido terminar ya… espera un momento, ¿ya está? ¿eso es todo? ¿se acabó? Adiós a horas en bibliotecas, tantas (bibliotecas), que sabes combinarlas durante los días de la semana de tal modo que siempre hay un menú que te apetece comer, cuántas conversaciones con profesores y compañeros para calcular en qué tono o hasta que punto puedes desarrollar ciertas ideas con qué profesores para conseguir la mejor nota. Años no evitando el trabajo, sino posponiéndolo porque „puedo trabajar tres días por semana pero el seminario de profesora tal no me lo puedo perder porque estamos realizando una película y sin mi no pueden continuar“, es más, trabajando a tope de motivación, realmente… realizando un trabajo, pasándole un barniz de „ejercicio“ o „proyecto“ por encima para que no te deprimas cuando resulta que el trabajo de becario que realizas en tu tiempo libre no te supone ningún tipo de reto y disfrutas mucho más pergeñando un concepto para una videoinstalación que deje a cada cual de tus compañeros y profesor con la boca más abierta.

Este modo de vida y filosofía lamentablemente no se puede sostener tras los estudios y convertir en tu profesión si no tienes la suerte de tener mucho talento. Si lo que tienes es interés o afición, pero atención obsesionarse por ello tampoco es útil, comienza una época en la que de repente estás sólo, no puedes llamar a un compañero para que comente contigo tu futuro laboral, en el que te has quedado atascado y pretender que tras un improvisado brainstorming acompañado de café y tarta salgas de tu atasco, como has venido haciendo... incluso te alegra cuando uno de los afortunados diez que todavía viven la vida te llama para que les enseñes a poner subtítulos en su DVD porque „tía lo explicas genial y sabes mogollón“. Este modo de vida que empieza puede llegar a deprimir, seguro que te hace sentir frustrado... pero con esta entrada me gustaría apelar a la confianza en uno mismo y espero que ayude a reconstruir la esperanza perdida tras medio año de rechazos y ya no por tus profesores que te hacían una lista de pros y contras o te sugerían un camino alternativo, sino por gente desconocida que no te explica cual es el problema ni como solucionarlo.

Me gustaría poder revelar algo más útil en estas líneas, lamentablemente, y afortunadamente sin deprimirme demasiado, me encuentro al inicio de esta fase que ningún adulto con la vida “solucionada” recomienda pasar, pero que se supone afianza el carácter y te hace más fuerte. Pero propongo que, mientras tanto, hay miles de cosas que hacer, como aprender a utilizar la máquina de coser, o hacerte amigo de un ferretero que te enseñe a construir sistemas de almacenamiento para evitar embolsarle tus euros a los suecos, o desempolvar los playmobiles del cajón y ponerte a hacer películas de stop motion, porque entre búsqueda de trabajo y rechazo tienes miles de minutos para hacer las miles de fotos que necesitas para medio minuto de peliculita o para ponerte a programar una página web en la que archives todas las fotos con predominio de azul en ellas, o en la que categorices de forma científica y en orden descendente las formas de las nubes...

Estoy segura que entre una sesión de lijado y capa de fondo de tu silla favorita que has decidido restaurar y el octogésimo dobladillo de pantalón que te pongas a arreglar, alguien „llamará a tu puerta“ (o te pegará un telefonazo o te mandará un email) diciéndote exactamente lo que esperabas oír, que tienes talento, que prometes y que le gustaría darle a tu creatividad una oportunidad. Y al final ese primer puesto de trabajo en el que ponemos todas nuestras esperanzas será exactamente lo que necesitas, en el momento que lo consigues, ni antes, ni después…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es ahora cuando tienes que demostrar el supuesto talento, el camino andado hasta ahora no vale para nada, suerte

Inés M. dijo...

No sé quien eres, pero no estoy de acuerdo contigo... el camino andado hasta ahora (que por cierto, es el que me ha llevado hasta aqui) es crucial para salvar los obstáculos, saliendo de la metáfora de Machado, es lo que me permitirá ser competente en el puesto que inicie. Sin lo andado hasta ahora, amigo, estaría escribiendo sobre el mejor supermercado en el que conseguir trabajo o la de horas que tengo que servir la barra de un bar para pagar el alquiler...